Focalizamos el amor en una persona, a menudo una pareja o un hijo, sin darnos cuenta de que el amor procede y vive dentro de uno mismo. Hacia fuera solo puede proyectarse. Es un error demandar o exigir que otros de alrededor sean los artífices de nuestra felicidad. Cuando proyectamos el amor en otro, lo encerramos, sin darnos cuenta que el amor es algo que rodea Todo, absolutamente todo este mundo. Bien se puede sonreír a un desconocido en la calle o conversar con un anciano en un parque, y sentir amor por todos ellos. También se puede sentir el amor en la naturaleza o mirando a unos niños jugando. De esta forma vemos que el amor nos rodea y nos damos cuenta de que todos somos el amor que nos une. Esta es indudablemente una de las fuerzas que nos atraviesan y nos sustentan. Después los abrazos y la intimidad con personas más cercanas alimentan nuestro ego amoroso también necesario, además de que el encuentro íntimo del enamorado genera multitud de sensaciones positivas en el ser humano. Si el encuentro es auténtico, realmente es sanador y unificador.

Abro un mensaje de móvil de un amigo que me escribe “Somos el amor que nos ama”.
Que así sea.

Todos los pensamientos en el siguiente enlace: PENSAMIENTOS DEL SER.

Fotografías: B. Depares Martínez